En la batalla de Muret acaba el gran esplendor de la escuela provenzal. Ya en el mismo reinado de Pedro II había empezado una decadencia. Ramón Vidal nos lo advierte en uno de sus cuentos versificados escrito por entonces (en 1212-1213), señalándonos como ya pretérita la edad dorada de la juglares occitanos.
El poeta halla en la plaza de Besalú un juglarcito que venía de Tolouse y de Foix, dedicado a la juglaría de cantar ("yeu soy un hom aclís a joglaría de cantar") -entendido en romans, novas, salutz, comtes, lays- el cual se lamenta de cuánto han cambiado los buenos tiempos de antaño, en que tanto enriquecían a los juglares el rey de Inglaterra (1154-1189) y muchos señores catalanes, provenzales y gascones.
El poeta, oyendo al juglar, recuerda también con añoranza los tiempos en que él asistió a la corte de Alfonso de Aragón, "padre de nuestro rey cortés". Él iba allí buscando sólo el recreo de su corazón y no ganancias de ninguna clase. Allí conoció al padre del juglarcito, que era cantador maravilloso y excelente contador. Allí, al lado del rey Alfonso aragonés, entre muchos nobles catalanes y aragoneses, vio al castellano don Diego López de Haro, el que tan valiente fue: "en-Diego que tan fo pros".
Ramón Menéndez Pidal: POESÍA JUGLARESCA Y JUGLARES. Aspectos de la historia literaria y cultural de España (Madrid. Espasa-Calpe, 1975, pp.94-95)
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