miércoles, 27 de mayo de 2020

LOKI


En la mitología nórdica Loki es un demonio del fuego destructor y creador de los monstruos más terribles: la serpiente del Midgard (la Tierra del Medio habitada por los hombres), el lobo Fenrir, etc.

Cuando el universo se suma en la destrucción, Loki lo celebrará con el estallido de su risa diabólica.



Su doble naturaleza, su familiaridad tanto con demonios y dioses, su poder sobre las potencias del mal y su similitud con Lucifer suscitan más de un problema.

Simboliza los acuerdos que conducen al triunfo, las artimañas malignas y la perversión del espíritu a través de la perfidia.

OSO, ÁRTICO, ANTÁRTIDA Y ARTURO



Oso deriva del latín clásico ursus y éste de un latín arcaico (reconstruido, no documentado) *orcsos, que a su vez proviene del indoeuropeo *rkso-. En griego dió árktos, de dónde Ártico (el océano y la zona del Polo Norte), siendo Antártico/ Antártida lo que se le opone (sentido del prefijo anti-) pues se halla en el polo opuesto, el Sur.


En griego, árktos se asocia al norte ya que la constelación de la Osa Mayor o El Carro (por su forma) tiene una ubicación boreal. Justamente, boreal se origina en Bóreas, patrono de los vientos del norte, hijo del titán Astreo y de la diosa Aurora en la mitología de los antiguos helenos.   
El nombre Arturo, si se acepta una etimología griega, significa "el Guardián de la Osa". Vale recordar que en la mayoría de las culturas tradicionales el orden terrestre es un reflejo del orden celeste, superior. Cuando se rompe esa relación se produce una ruptura cósmica y el orden terrestre se transforma en desorden, en anomalía. Por ende, Arturo en tanto figura protectora no sólo ejerce su soberanía sobre lo celeste sino también sobre lo terreno, en tanto existe armonía entre los dos niveles existenciales. Cuando el rey/emperador/soberano se debilita o está herido su reino se resiente. Es la "tierra baldía", estéril, desquiciada, asolada por las plagas.
En lengua celta (una de las ramas del indoeuropeo, como el griego, las lenguas itálicas, el germánico, el eslavo, el indo-iranio, entre otras) Arturo se traduciría como elevado, noble y centinela (de la Osa Mayor).


No es casual que la tradición sapiencial del Grial esté íntimamente ligada a la figura del rey Arturo, legendario rey de Gales en el siglo VI. Arturo representa no sólo el origen hiperbóreo (extremo norte o más allá del norte, en sentido estricto) del original pueblo europeo, de la raza blanca, sino también lo polar, lo centrado, lo cardinal, el eje y el orden creador. La Mesa Redonda (símbolo del mundo) lo tiene en su centro. 

LOBO y WOLF

El inglés y alemán wolf y el castellano lobo tienen el mismo origen. 

La palabra inglesa deriva del anglo-sajón wulf y éste del germánico wulfaz

El término germánico aparece en la composición de varios nombres, como Rodolfo, Raúl, Adolfo y Ataúlfo.

Rodolfo Raúl: "el sabio consejero", asociándose lobo con la creencia en su astucia. La forma germánica está compuesta por redh- (consejo) y wulfaz.

Ataúlfo Adolfo (adal-wulf): "lobo (guerrero) noble". En alemán moderno adal dio edel, presente también en el nombre de una flor: edelweiss. Símbolo de la fidelidad, del amor eterno. Literalmente podría traducirse así: "noble como la blancura" (weiss: blanco). Es el mismo caso de Blancanieves (blanca como la nieve).

Lobo proviene del latín lupus.

En griego antiguo tenemos lykos, de donde licántropo (hombre lobo) y licantropía, combinación de lykos y anthropos (hombre).

Estas tres voces derivan del indoeuropeo wlpo, variante de wlkwo, que valdría por "el que desgarra". 

El italiano volpe (zorro/a) también se origina en esa raíz indoeuropea.



El patronímico López literalmente significa "hijo de Lobo", al igual que el catalán Llopis. En esa lengua románica de la península ibérica llop es la forma que tomó el latín lupus, que a su vez lo habría tomado de la rama osco-umbra de las lenguas itálicas.

Lúpulo, de latín lupulus, es de la misma familia, significando literalmente "pequeño lobo" (el sufijo -ulus indica diminutivo).  Se habría denominado así a esta planta trepadora por la creencia en su acción destructiva respecto del suelo, asimilándola al carácter del lobo.

EL BASILISCO

El basilisco es un animal fabuloso surgido de la imaginería antigua y medieval. Es una palabra de origen griego (Basiliskos) derivada de basileus, combinada con un sufijo peyorativo. Se traduce etimológicamente como “reyezuelo o tirano”. Sería de origen pre-helénico, es decir, no indoeuropeo. El término basílica (edificio público entre los romanos; templo cristiano) es de la misma familia.

Esta bestia de un solo ojo puede ocasionar la muerte a un hombre con la mera mirada. No menos letal resulta su fétido aliento. Su piel es de color negra y amarilla. Se creía que moraba en el fondo de un pozo, envenenando su agua.

 Su nombre se debe al escritor romano Plinio el Viejo, quien lo representaba con una cresta sobre su cabeza que semejaba una corona. El naturalista Cayo Plinio Segundo escribió una valiosa Historia Natural (37 libros). Falleció durante la famosa erupción del vocal Vesubio (79 d. C.).

Junto con el áspid (serpiente venenosa) y el león era uno de los principales emblemas o atributos de Satanás durante la Edad Media. De acuerdo a cierta leyenda, el basilisco surgió de un huevo depositado por una gallo y encubado por un sapo. La misma leyenda sostiene que “existen ciertos gallos que al final de su séptimo año de vida ponen un huevo” (Frederik Koning: Diccionario de demonología). 



En sentido figurativo, basilisco designa a un hombre furioso, colérico, irritable, frenético o dañino. De allí surge la expresión “estar hecho un basilisco”.  También se usa esta palabra para designar a una “pieza antigua de artillería, de muy crecido calibre y mucha longitud” (Diccionario de la Real Academia Española, 1925). Dentro del ámbito zoológico, basilisco se emplea para designar a un lagarto americano tropical. En Ecuador, se aplica tal nombre a un “reptil de color verde del tamaño de una iguana pequeña” (Diccionario Enciclopédico Espasa, 1994). Un emperador del Imperio Romano de Oriente que gobernó entre los años 475 y 476 llevó el nombre de Basilisco. Previamente a su desastroso gobierno (destacado, entre otras cosas, por el nepotismo, es decir, por acomodar a sus parientes en la administración del Estado), se había caracterizado por abandonar a sus tropas en una batalla del norte de Africa. Ante la creciente impopularidad y la traición de sus secuaces terminó siendo derrocado y encerrado (junto a su esposa y sus hijos) en una cisterna de la región de Capadocia (Asia Menor), cercana a Paflagonia.

PIO BAROJA - ROMANTICISMO E IMPRESIONISMO/ HOGAR Y AVENTURA


En un sustancioso estudio previo a la novela barojiana de inspiración mediterránea EL LABERINTO DE LAS SIRENAS, Juan de la Encina define al escritor vascongado "el sedentario de Itzea". Echea en euskera significa la casa. Tal era el nombre de la solariega residencia que habitaba Baroja en Vera del Bidasoa (Navarra). 




Tal calificativo nos recuerda al de otro notable creador literario de la primera mitad del siglo XX que comparte más de una característica con don Pío. Hacemos referencia al "solitario de Providence" (Rhode Island), Howard Ph. Lovecraft.

Reproducimos seguidamente algunas de las caracterizaciones que efectúa el crítico de arborícola apellido.

En primera instancia relaciona la prosa barojiana con una combinación de estilos pictóricos: impresionista, romántico y clásico. Con el predominio del primero. A tal efecto, acota que la narración barojiana podría equipararse con la pintura del impresionista asturiano Darío de Regoyos y Valdés. 




Igualmente, el estilo del novelista vasco recuerda a los ilustradores románticos ingleses, que en los grabados al acero lograron plasmar las sutiles imágenes que luego desarrollaría el impresionismo.

En su vertiginoso estilo, donde aparecen y desaparecen numerosos personajes y escenarios, Baroja percibe el paisaje a la manera de un romántico, explorando la España arcaica. Esa atracción por los misterios y los encantos del pasado coincide con su poca afición a la pintura moderna, espejo del desquicio vertiginoso, el hacinamiento y el mal gusto que caracterizan a nuestra desangelada época.




Así, Baroja nos presenta paisajes naturales o urbanos que parecen haberse congelado en un tiempo pretérito. 

Escribe De la Encina: 

"Los lugares marineros, los puertos, que Baroja ama, no son los actuales; son aquellos que conservan el aire de la navegación al modo antiguo, los de los barcos de vela, que traen a la imaginación los tiempos románticos de la marinería.
El gran puerto y el barco enorme de turbinas causan un secreto pánico en el ánimo del novelista y la presencia de mecánica le corta el sueño poético.
La disciplina, tan cercana a la esclavitud, que impone la mecánica al hombre no le seduce, y para soñar a sus anchas se refugia en los puertos viejos y en el barco de grácil corte antiguo.
En los puertos antiguos y en los veleros siente Baroja culminar la poesía marinera, y en ellos pone líricamente el recuerdo de los tiempos en que el mar era fontana de sorpresas y azares y en que las rutas marítimas no tenían la precisión ferrocarrilera de los actuales.
Por eso las marinas de Baroja nos recuerdan las de los pintores clásicos iniciadores del romanticismo.
Tiene su ardor, su misterio y su sentido de lo pintoresco.




La novela reseñada está firmada en Rotterdam, en septiembre de 1923. Baroja había dedicado ese verano boreal para visitar las costas del Mar del Norte, tan parecido a su natal Cantábrico. El afán viajero del vasco parece contradecir su otra tendencia vital: el cariño por la vida hogareña, retirada y aldeana. Esta aparente contradicción también recuerda no sólo el caso de Lovecraft sino también el de Hermann Hesse, otro heredero del romanticismo. En los 3 autores coetáneos hay una coexistencia enriquecedora de esas dos actitudes no opuestas, sino complementarias. La contemplación, la reflexión, por un lado, y la acción, por el otro. Cabe también acotar que la primera, ligada con la imaginación, también implica una acción, aunque interior.
De esa manera, el placer de la vida hogareña, del retiro dedicado al ocio creativo, se complementa muy bien con la vida del errante aventurero que persigue la búsqueda de la belleza y el misterio entrañables. La unidad de la creación literaria.

Sebastián Azcarate 

LOBO Y LICANTROPÍA

El lobo, además de designar a un animal mamífero carnicero parecido y emparentado con el perro, presenta una amplia simbología.

Lobo deriva del latín lupus. El apellido patronímico López es un derivado de esta palabra, signficando "hijo de Lope". En catalán tenemos llop y Llopis

Ya entre los antiguos latinos la figura del lobo adquiere un destacado valor simbólico. Así tenemos a la loba que nutrió a los abandonados gemelos Rómulo y Remo que fundarían la ciudad de Roma. 

Lo mismo sucede en la mitología nórdica, donde tenemos al lobo monstruoso Fenrir o Fenris, asociado en este caso con el final de un ciclo cultural.



Por otro lado, tenemos el caso del licantropo, término compuesto de origen griego formado por lykos (del mismo origen indoeuropeo que el latín lupus) y anthropos (hombre), el cual hace referencia a la creencia según la cual un hombre puede convertirse en o adquirir características de un lobo. En la demonología medieval se creía que mediante cierto ungüento recibido de Satanás, o de algunos de sus demonios, un brujo durante un aquelarre (reunión brujeril) podía transformarse en lobo y sembrar el terror y el estrago en la comarca.



Para dicha transformación se suele considerar que también deben darse ciertas circunstancias, por ejemplo la aparición de la luna llena.

LOS SIMBOLOS DEL LOBO Y DE LA LOBA EN DIFERENTES PUEBLOS (II)


El aspecto ctónico o infernal del símbolo lobezno constituye su otro aspecto esencial. Parece haber seguido siendo dominante en el folklore europeo, como lo testimonia, por ejemplo, el cuento de Caperucita Roja. Ya se lo ve aparecer en la mitología greco-latina. Es la loba de Mormolycé (*), con la cual se amenaza a los niños. También este símobolo aparece en el abrigo de piel de lobo con el cual se cubre Hades, el señor de los Infiernos o en las orejas de lobo del dios de la muerte de los etruscos. Según Diodoro de Sicilia, también se relaciona con el renacimiento de Osiris bajo el aspecto de lobo para ayudar a su hermana/esposa (Isis) y a sus hijos para vencer a su maligno hermano (Seth).

Una de las manifestaciones de Zeus, el dios supremo griego, está igualmente asociada con el lopo (Zeus lykaios), a quien se le sacrificaban seres humanos, cuando imperaba la magia agrícola, para poner fin a las sequías y a las plagas naturales de todo tipo. Zeus, entonces, desencadenaba la lluvia para fertilizar los campos y dirigía los vientos.

En la imaginería europea medieval los brujos se transformaban frecuentemente en lobos para dirigirse al Sabbat (la célebre reunión brujeril). En tales ocasiones, las brujas llevaban atuendos elaborados con piel de lobo.



La creencia en los licántropos u hombres-lobos se remonta en Europa a los tiempos m´s remotos y aparece asociada a los espíritus del bosque.

Este simbolismo del devorador es el de las fauces, imagen iniciática y arquetípica, relacionado con la alternancia día/noche, muerte/vida. Las fauces devoran y devuelven, son las iniciadoras, tomando según la fauna del lugar la apariencia del animal más feroz: el lobo, el jaguar, el cocodrilo, etc. 

La mitología escandinava presenta al lobo como un devorador de astros, lo cual puede estar relacionado con el lobo devorador de la codorniz mencionado en el Rig-Veda. Si la codorniz es un símbolo de luz, las fauces del lobo representan la loche, la caverna, los infiernos, la fase de pralayâ én la cosmología hindú (disolución, no-actividad).
Liberarse de esas fauces, de esa garganta, simboliza la aurora, la luz iniciática, que sigue al descenso de los infiernos.



Fenrir, el lobo gigante de la mitología nórdica, es uno de los enemigos más implacables de los dioses. Solamente la magia de los enanos puede detenerlo gracias a una cinta fantástica que nadie puede romper o cortar.

En la mitología egipcia, Anubis, el gran psicopompo (conductor de las almas de los muertos hacia el más allá), es denominado Impou, "el que tiene la forma de un perro salvaje o chacal", donde se reverencia a Cynopolis como al dios de los infiernos. 

Estas fauces monstruosas del lobo aparecen en los cuentos de Perrault. 
G. Durand observa una clara convergencia entre la mordedura de los cánidos y el miedo de los tiempos destructivos. Kronos aparece aquí con el rostro de Anubis, del monstruo devorando el tiempo humano donde también se atacan los astros medidores del tiempo.

Hemos hablado del sentido iniciático de este símbolo. Agreguemos que el mismo da tanto al lobo como al perro un rol de psicopompo.

Un mito de los algonquinos lo presenta como hermano del demiurgo Menebuch el gran conejo, que impera en el Oeste, en el reino de los muertos. Esta misma función de psicopompo le era reconocida en Europa, como lo testimonia el siguiente canta mortuorio rumano:

Aparecerá allí
el lobo delante de ti.
Tómalo por tu hermano
porque el lobo conoce 
el orden de los bosques.
El te conducirá
por el camino derecho
hacia un hijo del Rey.
Hacia el Paraíso.



Para concluir, observemos que el lobo infernal, y sobre todo su hembra (encarnación del deseo sexual), constituyen un obstáculo en la ruta del peregrino musulmán hacia La Meca. Y, más aún, en el camino de Damasco, donde toma las dimensiones de la Bestia del Apocalipsis.


lunes, 25 de mayo de 2020

LOS SIMBOLOS DEL LOBO Y DE LA LOBA EN DIFERENTES PUEBLOS


El lobo es sinónimo de ferocidad y la loba de desenfreno. Pero el lenguaje de los símbolos interpreta a estos animales de una manera infinitamente más compleja. En primera instancia, los mismos pueden ser valorizados de manera positiva o negativa.

En sentido positivo se destaca su visibilidad durante la noche. Se convierte entonces en símbolo de luz, solar, héroe guerrero, ancestro mítico. Es la significación que se observa entre los Nórdicos y los Griegos (Apolo licio) (*)




El creador de las dinastías china y mongola es el lobo azul celestial. Su fuerza y su ardor en el combate hacen de él una alegoría que los pueblos túrquicos han perpetuado hasta la actualidad, como se observa en el caso del líder nacionalista Mustafa Kemal (quien se había denominada a sí mismo Atatürk: Padre de los Turcos). Sus partidarios lo llamaron Lobo Gris. (**)
El pueblo turco que se aglutinaba en torno a Atatürk luchaba para recuperar su identidad, amenazada por la decadencia del Imperio Otomano, retomando así una imagen muy antigua: la del ancestro mítico Gengis Khan, lobo azul, manifestación de la luz uránica (el rayo). La unión de ese lobo con la cierva blanca (representando la tierra) remitía el origen de este pueblo a la hierogamia cielo-tierra.



Las poblaciones de la pradera norteamericana parecen haber interpretado de la misma manera la simbología del lobo: "Soy un lobo solitario, yo vago a través de muchos países", dice un canto de guerra de tales indígenas.

China también conocía un lobo celeste (la estrella Sirio) que es el guardián del Palacio Celeste (El Gran Oso). Esta característica polar se rencuentra en la vinculación del lobo con el Norte. Se destaca, no obstante, que este rol de guardián se refiere al aspecto feroz del animal. Así, en ciertos lugares de Japón se lo invoca como protector contra los otros animales salvajes, evocando una idea de fuerza mal contenida, que se dispensa con furor y sin discernimiento.



La loba de Rómulo y Remo no es solar y celeste sino terrena, o más bien ctónica (infernal, subterránea). En un caso como en el otro, este animal se asocia con el concepto de fecundidad.

La creencia popular en el ámbito turco ha conservado hasta nuestros días esa herencia. Tanto entre los Yakutos, en Siberia, como en Anatolia, en el otro extremo de la vasta extensión geográfica de los pueblos altaicos. En esta última región las mujeres estériles invocan al lobo para tener hijos.
En la península de Kamchatka, cuando la fiesta anual de octubre, se confecciona con heno una imagen de lobo y se la conserva durante un año para que el lobo espose a las jóvenes del lugar. Entre los Samoyedos existe la leyenda que presenta a una mujer viviendo con un lobo en una caverna.

Este aspecto ctónico o infernal del símbolo constituye su otra cara más importante.

(seguirá)