Dublín fue fundada por los vikingos alrededor de 841 como base militar y centro de comercio de esclavos, y ha sido capital de Irlanda desde la Edad Media.
Los celtas llegaron a esa zona costera a finales del siglo VIII a. C.
Cuando arribaron los vikingos desarrollaron un área comercial en la orilla sur del río Liffey y la denominaron Dubh Linn (laguna negra). Los celtas quedaron al norte del mencionado río en un sitio que llamaban Baile Atha Cliath: poblado del vado de cañizo, una especie de caña. Justamente, ese tipo de material era utilizado en la construcción de las viviendas. En la obra "Vivir la historia de la Irlanda celta" (Folio, 2008) se describe el hogar vikingo típico de Dublin:
"En el viejo Dublin, la vida en una casa de zarzos (tejido o entramado plano hecho con cañas, varas o mimbres) no debía ser muy confortable. En primer lugar porque había que enfrentarse al frío y a la humedad del clima. En segundo lugar, porque la amenaza de que el río Liffey se desbordara era constante. Por consiguiente no es de sorprender que las casas de los vikingos no duraran más de 10 a 20 años: Se pudrían las vigas de madera en su base y había que evacuar antes de que se vinieran abajo los tejados de paja que sostenían.
Pero la perspectiva de una casa nueva era una delicia: olería maravillosamente a las ramas entrelazadas que formarían las capas de sus paredes y al musgo y al helecho con que éstas se rellenaban con fines aislantes.
Sin embargo, poco duraría la alegría, pues la casa no tardaba en impregnarse del humo de la chimenea del centro de la sala y del hollín que ennegrecía el zarzo.
Una amplia sala ocupaba el centro de la vivienda, con bancos a cada lado. El suelo era de tierra apisonada, a veces cubierta con esteras. En las paredes interiores podían colgar retales de tela o mimbre entrelazado a fin de conseguir de conseguir cierto aislamiento. Se solía reservar un rincón para tareas domésticas o la confección de objetos artesanos. Se han encontrado en estas zonas barriles, mantequeras y bancos de trabajo.
Con el fin de protegerse contra el frío y la humedad, la gente se ponía ropa gruesa y pesada de lana burda. Sin embargo, se anudaban pañuelos de seda en el cuello para evitar el efecto de las rozaduras.
Dormían en los bancos que se alineaban contra las paredes y que se cubrían con maleza y paja. Para taparse utilizaban pieles y lana de animales. A pesar del entorno grisáceo en el que vivían, o tal vez precisamente para compensarlo, los vikingos se vestían con ropas de colores vivos y hacían uso de adornos muy refinados, como broches de plata, collares con abalorios, anillos de oro y utilizaban horquillas para el pelo de hueso tallado. Precisamente, los objetos más valorados por los dublineses eran los peines para peinar el largo caballo tan común en los dos sexos."
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